7 de marzo de 2014

El hambre en el mundo


El hambre en el mundo
 
 
 
Nunca antes la humanidad había estado tan cerca de tener la posibilidad técnica de erradicar la pobreza; pero quizás también, tan lejos de tener la voluntad política de lograrlo.

 

En todo el mundo, el porcentaje de personas con nutrición insuficiente bajó del 23,2% en 1990-1992, al 14,9% en 2010-2012. La revitalización de los esfuerzos hace pensar que disminuir a la mitad para 2015 el porcentaje de personas que padecen hambre estará al alcance de la mano. Sin embargo, 1 de cada 8 personas en el mundo sigue estando aún hoy infraalimentada de forma crónica.

 

En todo el mundo la mortalidad de los niños menores de 5 años cayó un 41%, pasando de 87 muertes por 1.000 niños nacidos vivos en 1990, a 51 en 2011. A pesar de este enorme logro, se necesitan avances más rápidos para cumplir con la meta de 2015 de reducir en dos tercios la mortalidad infantil. Cada vez más la mortalidad infantil se concentra en las regiones más pobres y en el primer mes de vida.

 

La humanidad es capaz de ir a la luna o de hacer turismo en el espacio, de pagar por el fichaje de Neymar 86,2 millones, o unos Juegos Olímpicos de Sochicon con un costo de 51 mil millones de dólares, pero no toma la decisión de mitigar el hambre para ochocientos millones de seres humanos que no alcanzan a cubrir sus requerimientos diarios de energía o de dotar de una vivienda digna a los casi mil millones de personas que viven en tugurios urbanos.

 

Acabar con el hambre en el mundo no es un problema de saber cómo, sino de que haya suficiente voluntad política en los países ricos y también pobres para llevar a cabo esta meta.

Los gobiernos tienen la obligación de que las grandes fortunas y compañías tributen los impuestos que les corresponde para garantizar la salud y la alimentación a todos los habitantes, sino también que mantengan su ayuda al desarrollo.

«Miremos a los niños que trabajan en productos que luego se venden en el mundo desarrollado. Hay muchas causas entrelazadas que producen esa situación de pobreza y que anulan las oportunidades. Solo enviando dinero no vamos a resolver el problema. Hay que cambiar otras cosas tanto en los regiones pobres como ricas».

La cooperación oficial para el desarrollo de los países más avanzados, apenas ahora recupera los niveles alcanzados en 1990; mientras en Monterrey los países más poderosos ratificaban su compromiso de contribuir con 0,7% de su PIB al desarrollo de los más pobres, en realidad tal cooperación descendía en ese año su punto más bajo en muchos años: 0,23%.

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