El hambre en el mundo
Nunca antes la
humanidad había estado tan cerca de tener la posibilidad técnica de erradicar la
pobreza; pero quizás también, tan lejos de tener la voluntad política de
lograrlo.
En todo el mundo, el porcentaje de personas con nutrición
insuficiente bajó del 23,2% en 1990-1992, al 14,9% en 2010-2012. La
revitalización de los esfuerzos hace pensar que disminuir a la mitad para 2015
el porcentaje de personas que padecen hambre estará al alcance de la mano. Sin
embargo, 1 de cada 8 personas en el mundo sigue estando aún hoy infraalimentada
de forma crónica.
En todo el mundo la mortalidad
de los niños menores de 5 años cayó un 41%, pasando de 87 muertes por 1.000
niños nacidos vivos en 1990, a 51 en 2011. A pesar de este enorme logro, se
necesitan avances más rápidos para cumplir con la meta de 2015 de reducir en
dos tercios la mortalidad infantil. Cada vez más la mortalidad infantil se
concentra en las regiones más pobres y en el primer mes de vida.
La humanidad es
capaz de ir a la luna o de hacer turismo en el espacio, de pagar por el fichaje
de Neymar 86,2 millones, o unos Juegos Olímpicos de Sochicon con un costo de 51
mil millones de dólares, pero no toma la decisión de mitigar el hambre para
ochocientos millones de seres humanos que no alcanzan a cubrir sus
requerimientos diarios de energía o de dotar de una vivienda digna a los casi
mil millones de personas que viven en tugurios urbanos.
Acabar con el hambre en el
mundo no es un problema de saber cómo, sino de que haya suficiente
voluntad política en los países ricos y también pobres para llevar a cabo esta
meta.
Los gobiernos tienen
la obligación de que las grandes fortunas y compañías tributen los impuestos que les corresponde para garantizar la salud y la alimentación a
todos los habitantes, sino también que mantengan su ayuda al desarrollo.
«Miremos a los niños
que trabajan en productos que luego se venden en el mundo desarrollado. Hay muchas causas
entrelazadas que producen esa situación de pobreza y que anulan las
oportunidades. Solo enviando dinero no vamos a resolver el problema. Hay que
cambiar otras cosas tanto en los regiones pobres como ricas».
La
cooperación oficial para el desarrollo de los países más avanzados, apenas
ahora recupera los niveles alcanzados en 1990; mientras en Monterrey los países
más poderosos ratificaban su compromiso de contribuir con 0,7% de su PIB al
desarrollo de los más pobres, en realidad tal cooperación descendía en ese año
su punto más bajo en muchos años: 0,23%.
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