Los españoles tenemos el gran defecto
de ver la paja en el ojo ajeno
de ver la paja en el ojo ajeno
A mí, que me educaron a la antigua usanza, me enseñaron que
el esfuerzo es imprescindible para
conseguir las cosas importantes de la vida y a veces no tan importantes, que el éxito no viene regalado y que, sobre
todo, uno debe aceptar las consecuencias de sus actos y de sus decisiones. ¿Quién
no ha utilizado alguna vez de niño aquello de “es que el profesor me tiene
manía” para justificar el castigo por alguna travesura? Pero eso de echar la
culpa a otro, que en la infancia tiene su gracia, no puede seguir manteniéndose
como una excusa ante los malos resultados en nuestra edad adulta.
Sin duda, hay factores que condicionan nuestra
vida y que se escapan de nuestro control pero tampoco es honesto, ni maduro,
pensar que el origen de todos nuestros males nos es ajeno.
El carácter y la manera de ser de los españoles
tienen muchos aspectos buenos, incluso envidiados por los habitantes de otros
países. Somos personas sociables, solidarias, optimistas, que sabemos disfrutar
de la vida, pero también tenemos nuestras sombras que, en ocasiones de crisis,
no nos ayudan demasiado. Las palabras sacrificio, esfuerzo, ahínco nos hacen cierto daño al
oído y, a no ser que nos veamos con el agua al
cuello, preferimos no recurrir a ellas, lamentablemente, la laboriosidad y el esfuerzo no es lo que nos define como pueblo
fuera de nuestras fronteras. No nos
olvidemos que somos el país en el que la figura del pícaro ha sido elevada a
obra maestra de la literatura.
Llevamos meses, años, quejándonos de nuestra clase
política a la que achacamos casi todos nuestros males. Es cierto que la
calidad profesional y moral de un gran número de nuestros dirigentes deja
bastante que desear (con la actual crisis están saliendo casos de corrupción de
políticos casi todos los días) pero, quizás, haya llegado el momento de hacer un
poco de examen de conciencia y asumir nuestra cuota de responsabilidad en la
construcción del camino que nos ha llevado a la situación que ahora vivimos o,
mejor dicho, padecemos. Ahí entramos en el eterno dilema de
si los gobernantes son el reflejo del pueblo o si, por el contrario, el pueblo es el reflejo de sus gobernantes. Yo estoy
convencido de que es lo primero: ellos están en las Instituciones porque nosotros les votamos,
y ahí no hay excusas que valgan, queramos o no a esos políticos
que criticamos los votamos nosotros, así que si no te gustan tendrás que tomar
alguna decisión.
No podemos seguir “echando balones fuera” como si nuestro papel en
esta función fuera el de mero espectador. Tenemos que tomar
conciencia de que el movimiento empieza por uno mismo, justificamos las
tropelías de los políticos si los que las cometen son de los “nuestros”, y criticamos
duramente las tropelías de partido contrario; no nos damos cuenta, que en
definitiva, nos convertimos en lo mismo que criticamos en los demás con la justificación de que si otros lo hacen ¿por qué no
yo?
Ha llegado el
momento de tomar consciencia de nuestra cuota de responsabilidad y meditar en
lo que hacemos y en lo que somos, para bien y para mal, como sociedad,
como País y en lo que queremos llegar a ser a partir del momento actual que
vivimos, dejando, para ello, de preocuparnos tanto por encontrar la paja en el
ojo ajeno para, ¡por fin!, darnos cuenta que nosotros tenemos una viga en el
nuestro.
Conviene que recordemos que “un grano no hace granero, pero ayuda al
compañero.”, pongamos en marcha el sacrificio, esfuerzo, ahínco necesario para
dar la vuelta a la situación que vivimos.
JClemente
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